9788430611720
TAN FUNESTO DESEO. ENS172
PIERRE KLOSSOWSKI
Editorial: Taurus Fecha de publicación: 01/01/1992 Páginas: 176Formato: Rústica, 13,5 x 21 cm.
FILOSOFIA
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FILOSOFIA
El clima poético de misterio religioso y erótico que Pierre Klossowski (teólogo herético, exégeta de Sade, distinguido ensayista del arte y la literatura) logra suscitar en esta novela tiene por eje a Roberte, encantadora mujer apresada en una mirada que observándola la recrea. Ese encanto no solo está en sus audacias escandalosas, en su ilimitada disponibilidad, en su reclamo de caricias que pueden ser gozosos suplicios o en las fiestas de la imaginación que procura a su marido y en las cuales interviene tanto la carne como el espíritu. Actriz y espectadora de los cuadros vivos en que su erudito marido no terminará nunca de hacerla vivir o representar, Roberte es a la vez transparente y secreta.
Una prosa exacta e inspirada, vertiginosa y serena, nos descubre un apasionado itinerario erótico que es también una aventura espiritual en la que el alma es apostada a través del cuerpo.
Provocada por su marido, erudito y esteta, Roberte extiende las Leyes de la Hospitalidad a los terrenos más íntimos de sí misma. Pero ¿es Roberte únicamente un cuerpo siempre ofrecido, un instrumento de la voluntad de otro, una zona de transferencia entre el hombre viejo y contemplativo y el hombre joven acuciado por el deseo? ¿No hay en estas eróticas experiencias de uno de los más atrayentes personajes literarios de nuestro tiempo una exploración audaz en regiones que están más allá de la moral reconocida?
Narradas con una escritura tan minuciosa como poética, las aventuras de Roberte, imaginarias o reales, son a la vez ceremonias de perdición y salvación, y la fascinación que producen solo son comparables a las que podría lograr una buena novela policíaca o de aventuras.
El clima poético de misterio religioso y erótico que Pierre Klossowski (teólogo herético, exégeta de Sade, distinguido ensayista del arte y la literatura) logra suscitar en esta novela tiene por eje a Roberte, encantadora mujer apresada en una mirada que observándola la recrea. Ese encanto no solo está en sus audacias escandalosas, en su ilimitada disponibilidad, en su reclamo de caricias que pueden ser gozosos suplicios o en las fiestas de la imaginación que procura a su marido y en las cuales intervienen tanto la carne como el espíritu. Actriz y espectadora de los cuadros vivos en que su erudito marido no terminará nunca de hacerla vivir o representar, Roberte es a la vez transparente y secreta.
Una prosa exacta e inspirada, vertiginosa y serena, nos descubre un apasionando itinerario erótico que es también una aventura espiritual en la que el alma es apostada a través del cuerpo.
Todo es posible en El Baphomet porque su creador así lo desea; pero este creador tiene al mismo tiempo el poder de convencernos de la importancia de sus deseos y su capacidad de fascinación. Desde el irónico y al mismo tiempo meticuloso uso de los más rebuscados silogismos teológicos hasta el poder de representación visual aparecen con una misma categoría en El Baphomet para convencernos de que todo es representación, simulacro creado por el arte. Sin embargo, detrás de este simulacro se disimula y al mismo tiempo revela una profunda verdad cuyo medio para llegar hasta nosotros, en el caso de Klossowski, es ese simulacro, en la misma medida que podemos decidir que la estatua de Santa Teresa realizada por Bernini, que tan claramente se utiliza en El Baphomet, usa a Santa Teresa para crear una convincente imagen de ese incomunicable rapto místico del que con tan encendidas palabras nos habla la santa y a cuyo origen nos conduce Klossowski para realizar una trasmutación de todos los valores tal como lo quería el expositor de la doctrina del Eterno Retorno, que también es uno de los personajes de la novela de Klossowski.
Todo o casi todo -el prólogo sería la excepción- ocurre entre puros Soplos, almas de cuerpos expirados, en esta novela, en la que los muertos están animados de un devastador furor vital. Esta sola circunstancia basta para situarla en el reino de la pura imaginación; pero también nos demuestra que la imaginación es capaz de crear ese espectáculo en el que tan convincentemente se transforma no sólo el principio de identidad, de acuerdo con la doctrina del Eterno Retorno, sino los valores que rigen la vida muerta de los falsos vivos.